Una vida por descifrar

Una vida por descifrar


Desde que nacemos, todo en nuestra vida está codificado. Pasamos una buena parte de nuestra vida, quizá toda, en procesos para cifrar y descifrar lo que nos rodea.

Y así es, nacemos totalmente libres de códigos de descifrado aprendidos y sólo nos movemos por nuestros códigos innatos, como mamar, llorar o algunos otros que, a su vez, se convierten en códigos por descifrar para nuestros padres ("¿por qué llora?", "¿por qué hace ese ruido...?").


Para comunicarnos con los demás con mayor "claridad" se nos suministran una serie de códigos de "descifrado" para que podamos comprender, de manera somera, los códigos de los demás. Cosas como el idioma, la palabra escrita, las representaciones numéricas y sus operaciones, la abstracción de imágenes, la denominación de las cosas, y un largo etcétera.

Cuando aprendemos un código ello nos permite comprender una buena parte de lo que esté cifrado bajo ese código y, a su vez, comunicar algo bajo ese mismo código de manera que un grupo determinado de personas pueda recibir nuestra comunicación con la esperanza de que pueda ser comprendido lo mejor posible. Tan solo este texto está utilizando algunos códigos para ser descifrado con la mayor facilidad posible: la escritura a través de letras y números, la organización de la escritura de una forma que se conoce como idioma español, la orientación de la escritura que es para lectores que, en promedio, tienen algún conocimiento (aunque sea mínimo) en el manejo de tecnologías informáticas, la imagenología para ilustrarlo, entre otros recursos.

Algunos pensamos que sólo durante la infancia se vive la etapa de comprender códigos para, entonces, usarlos durante el resto de nuestras vidas. Sin embargo, todo el tiempo estamos ante un proceso no sólo de descubrir códigos que terceros utilizan para hablar en clave (como los albures, las frases dichas con varios sentidos, los refranes, hablar entre líneas, el sarcasmo, y varias otras), sino de crear códigos que usamos con ciertas personas o grupos de ellas para establecer vínculos de comunicación más exclusivos (como los famosos "chistes locales", la comunicación con la mirada, las frases que sólo conocen determinados integrantes de un grupo [como una familia, amigos, y otros], entre otros).

Los profesores, en gran medida, tenemos cierta responsabilidad como vehículos de la descodificación. Si nuestros métodos para transmitir los recursos de descifrado son exitosos, nuestros alumnos serán capaces de descodificar por sí mismos lo que esté codificado bajo esas reglas que proveemos (las operaciones matemáticas, la estructura de un idioma, la computación, la historia, la geografía, y un largo etcétera). Si establecemos, en conjunto con los progenitores, una metodología bien estructurada, el estudiante continuará aprendiendo a descodificar, así como a generar sus propios códigos para lo que resta de su vida.

Este tipo de códigos se utilizan, también, en el ámbito de los negocios o la publicidad, donde la publicidad subliminal y los códigos generados al interior de las organizaciones o con los clientes tiene una gran importancia para llegar a terceros. El proceso de generación de códigos de cifrado se realiza todo el tiempo, y sólo ciertas personas fuera del círculo de contactos, pero con determinada suspicacia pueden desenmarañarlos, al menos en parte, para conocer qué es lo que se quiso transmitir con determinado rasgo de comunicación. ¡Ojo! No son siempre las mismas personas las que pueden descifrar algo, ello dependerá de sus áreas de conocimiento, de su bagaje cognitivo, de su experiencia y de varios otros factores para que una persona descifre (también llamado "comprenda") de mayor o menor forma qué se quiso comunicar de manera cifrada a cierto grupo de personas a las que el descifrador suele no pertenecer.

No es un secreto que si hay códigos que no se comprenden, se produce un distanciamiento. Cuando no se comprende un código, simplemente no habrá forma de descifrar qué se quiso comunicar y, por ende, se producirá alguna frustración por falta de comprensión. La cosa es simple: si no comprendemos algo, es porque no contamos con su código para poder descifrarlo. Lo ideal, si es que el asunto que se comunica es de nuestro interés, será buscar el código que corresponda para, entonces, poder descifrar y, así, comprender lo que se quiso comunicar.

Éste es el secreto de las famosas medidas de seguridad: generar códigos que dificulten la intrusión de individuos indeseables o desautorizados, pero lo suficientemente accesibles para que nosotros (o a quienes consideremos adecuados) podamos interactuar con cierta exclusividad. Los códigos suelen ser creados y utilizados para separarnos de los demás en determinadas áreas de interés-"elitizar" cierta interacción o comunicación. La generación de códigos, voluntaria o no, es definitivamente excluyente y no hay forma de que sea de otra manera: los códigos siempre existen.

Un idioma es una evidencia de semejante inclusión/exclusión. Yo no sé alemán ni japonés, por lo tanto estoy excluido de quienes hablan esos idiomas. Aprender un idioma no es sino aprender una nueva regla de códigos para mejorar las posibilidades de comunicarnos con otras personas que confluyan con ese código. Sólo así podré tener alguna esperanza de ser incluido en ese grupo. Así como los idiomas, hay muchos otros códigos cuyo aprendizaje no garantiza poder ser integrado en determinado círculo de personas, ello dependerá de muchos otros códigos establecidos, voluntaria o involuntariamente, en ese círculo.

Así que, bueno... ¿Cuántos códigos ha aprendido hoy, estimado lector? ¿Para descifrar qué? ¿Qué otros códigos ha generado? ¿En qué circulo de comunicación ha podido integrarse por aprender un código? Cada nuevo aprendizaje se basa en integrar un nuevo código para poder comprender algo. Y hay líneas de aprendizaje para tener alguna esperanza de ser integrado en determinado círculo de personas. Es por eso que el aprendizaje debe ser constante: entre más códigos sepamos, mayor será la oportunidad de descifrar comunicaciones.

Y, sin embargo, lo anterior, como ya lo había dicho en algún momento, es como afilar un cuchillo: Se puede afilar un cuchillo para poder cortar mejor alguna fruta, una legumbre, nuestro almuerzo; o para que sea más fácil enterrárselo a alguien. Las herramientas y los recursos no son el problema, sino el fin para lo que los utilizamos. ¡Nos seguimos leyendo!

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